miércoles, 31 de enero de 2018

Paco Morales entrevista a Guillermo Pérez-Villalta (La Luna de Madrid, nº 1, noviembre de 1983)



La estancia en la pintura de Guillermo Pérez-Villalta
Pérez-Villalta enseña las pinturas de sus últimos años en las salas Pablo Picasso del paseo de Recoletos desde mediados de noviembre a finales de año. Y qué más apropiado para este primer número de La Luna que mantener una entrevista con uno de los valores más sólidos de la nueva pintura madrileña, aunque haya nacido en el Sur y lo sienta como suyo. Una conversación que empezó sobre una pintura concreta y acaba concretando sobre principios de la Pintura.
EL CUADRO
¿Cómo se llama este cuadro?
La Estancia.
¿Cuándo nace?
Bueno. Hay un momento primero del cuadro, como el más lejano, el más remoto, que fue un día en Málaga. Un momento con una especie de gran borrachera. Un momento muy particular mío en que cogí el cuaderno de apuntes que tenía al lado y garabateé un dibujo que en un principio se llamaba "Málaga es letal", que fue el primer título del cuadro. Luego se llamó "Vino amargo" y ha terminado llamándose "La Estancia". Ese dibujo se quedó en ese cuaderno y lo olvidé por completo. Es durante mi hepatitis cuando se gesta el cuadro, pues un día estaba mirando ese cuaderno y de pronto descubrí el dibujo y me devolvió toda la imagen que lo generó. Y cogí de nuevo el cuaderno y garabateé otros dibujos que sí son realmente el germen del cuadro. Lo primero no tiene apenas parecido con el resultado final. Hay un germen anterior y una historia posterior que es mi meditación durante los meses de cama. De él quedan los tres personajes que aparecen en el cuadro, dentro de una habitación en la que estaba yo en aquel momento con una historia muy dramática y muy sentimental. Había una ventana por la que se veía el Paseo Marítimo de Málaga, que en principio iba pintado a modo de tarjeta postal, sobre el muro, pero fue eliminado en la evolución del cuadro.
Hay dos personajes en un muro y otros dos, más corpóreos, en primer plano...
El cuadro es una disquisición sobre mi propia soledad, los otros personajes son recuerdos o son imágenes. No son reales. El único personaje real en aquel instante soy yo. Más que yo, la habitación, la estancia, el tiempo que transcurre en la estancia es lo exclusivamente real.
El simbolismo es bastante claro. El personaje que está tumbado-dormido es una reflexión sobre mi propio descanso durante la hepatitis. En estos momentos de estar tumbado yo imaginaba lugares placenteros o sitios y momentos agradables. Siempre imaginaba que era verano y que estaba en el sur. Que estaba durmiendo la siesta después de bañarme, y eso queda. El personaje está en bañador, en el bañador que utilicé ese verano. Y hace un poco de referencia a eso, al mundo ideal, o de la ensoñación o de la belleza o del placer en un sentido casi estético. El dejarte ir a ese lado como agradable y ataráxico de la vida... El otro personaje, que es el mismo, está representado como una figura de pasión. Está realmente inspirado en un Cristo sevillano que se llama el Cristo del Perdón o Cristo de la Misericordia, no me acuerdo muy bien, y hace referencia al lado sufriente, intenso, al lado mental, dramático por decirlo de alguna manera.
El personaje interior está en la estancia cerrada, bajo arcos, y el durmiente se halla bajo un emparrado al aire libre. ¿Es el mar el placer y la pasión lo construido?
No, no es necesariamente el mar, lo placentero es un sitio caluroso y agradable en el verano. Ese es el lado bueno. El otro personaje, que no es necesariamente el lado malo, representa lo pensante, que a veces me puede gustar más que el otro.
En el lado placentero hay una especie de bodegón, unas copas. Es de lo poco que queda, tal cual, de la idea originaria. La copa que está encima de la paleta hace referencia al abandono de la pintura por el placer vital. Para mí la pintura tiene que ver más con el lado sufriente, con el no vital. El hecho de pintar me supone siempre una pérdida de vida; del estudio para adentro, cuando pinto, la vida queda fuera, y la copa supone la vida. Pintar tiene un lado para mí incluso negativo. La mayoría de las veces pintas porque no vives.
El personaje sufriente se halla sobre un abismo representado por la fuga de las baldosas...
Se trata de dar la idea de depresión. La pérdida de tu suelo, de tu pie, esa cosa de la caída. Es similar al primer personaje del cuadro "La Primavera". Está cayendo, le faltan los pies... La parte del Ecce Homo estuvo dominada desde un principio por la escalera en espiral que tiene para mí un simbolismo muy fuerte y aparece en muchos de mis cuadros desde hace tiempo como referencia a la perpetua evolución hacia arriba. Con el proceso del arte, o con el de la vida, siempre estás dando vueltas hacia arriba sobre el mismo punto. Estás en el mismo sitio, pero cada vez tienes más experiencia, estás más alto. Esta escalera está pintada mal a propósito. Toda la perspectiva de la escalera es falsa, porque el punto de fuga de todas las líneas que la componen está en el corazón del personaje. Quizá la existencia de esa curva de la escalera me lleva a crear ese espacio curvo que hay detrás, que es el Templo, donde entra un extraño rayo de luz, un poco místico que cae justamente sobre el centro del círculo, que es el lugar sagrado.
Mientras el lado recto de la otra parte del cuadro es la idea mediterránea un poco tópica. No se sabe por qué pero la recta siempre es un poco tranquilizadora. La ortogonal funciona siempre como elemento claro; las coordenadas matemáticas son perpendiculares y sobre ello se monta la idea de un orden lógico.
Y la iluminación del cuadro, ¿qué papel juega?
Hay dos luces en el cuadro. Una que incide sobre el Ecce Homo, que es además la luz general del cuadro, por donde todas las sombras que se arrojan vienen dadas por esta luz, que es muy intensa, amarilla, una luz como de interior, de meditación. La otra, la que entra por la ventana es como el rayo de luz de las anunciaciones. No es la misma luz, es blanca, es una luz mística.
Además de estos dos personajes, que son tú, hay otros dos sobre el muro...
Los dos personajes del muro son personas reales, aunque estén caricaturizados. Entra aquí una iconografía muy del barroco español, el juego de representar a una señora como santa al hacerle un retrato. Aquí todos los personajes están jugando un poco a eso. Son retratos y están representándose a sí misinos, pero a la vez, representan ideas. El Ecce Homo es a la vez un Ecce Homo y soy yo. Y si no no tiene sentido la historia. El personaje desnudo del muro es báquico, o sacado de una bacanal. En la cuestión de las tres caras hay otro juego. Una mira hacia delante ignorando al personaje al que corona de espinas. Otra mira al frente y la tercera, que está dibujada en rojo mira hacia atrás, ignorando a su vez las otras dos. En el personaje báquico hay un cambio y es que cortina al otro con espinas, aunque también lleva una corona de pámpanos y hace referencia a la dualidad que hay en el amor entre el lado hermoso, agradable y vital y el lado sufriente, de pasión. Porque una situación amorosa siempre es doble.
El segundo personaje del muro, que se apoya en el primero representa lo transitorio de toda la situación y es el centro del cuadro, ya que el cuadro es en el fondo una divagación sobre el paso del tiempo. La sensación del infinito paso del tiempo en una habitación, que fue mi hepatitis.
Y el cordero sobre un arco iris...
El cordero tiene dos sentidos, primero como víctima que se inmola (el cordero pascual) y todo el cuadro es un tema sobre un personaje que se inmola, que soy yo, y segundo tiene forma de hígado y está pintado de amarillo, que es el lado sufriente del momento en que pinté.
El arco iris es accidental. Yo creo que en un cuadro intervienen siempre tres factores: lo meditado, lo accidental y lo inconsciente. Puede que yo haya meditado mucho todo el cuadro, pero lo accidental tiene gran importancia. Si en un determinado momento, yo veía que compositivamente a este cuadro le faltaba algo y en ese instante yo estaba eufórico y puse el arco iris como símbolo de la buena esperanza, pues tiene mucho sentido. Además une con una línea dinámica dos personajes, el motivo de las copas no lograba comunicar una zona con otra. Y si de pronto encuentras un elemento así, que además tiene mucho que ver con mi vida, me parece que es un hallazgo.
Todo el tema del cuadro es el tema de la pasión, del amor como pasión, y en este sentido el personaje plácidamente dormido es en el fondo el más estúpido de todos.
Fuera ya del juego iconográfico y representativo, hay otro juego técnico en las diferentes formas de pintar que se hallan en el cuadro.
Sí, claro. Los dos personajes míos son realistas, con dos realismos distintos. La figura sentada pretende ser más pintura clásica española, más barroca, más pensando en un Ribera o en un Zurbarán, y el personaje dormido está más en la línea de una determinada pintura académica del siglo XIX. De un Alma Tadema, de un Sargent, de un cierto Sorolla, que es la pintura que mejor pintó la realidad. Yo siempre digo que en el siglo XIX se pintó maravillosamente nada.
La parte del muro, aunque con las veladuras posteriores ha desaparecido algo, es una abstracción en toda regla. Pintada además "comme il faut", con brocha gorda y echando los chorreones de pintura. En los personajes del muro hay una reflexión sobre la manera de pintar de Kitaj, de cierta última pintura americana y de ciertos modos transvanguardistas.
Todo esto está representado, es algo que me encanta hacer, porque se supone que la pintura moderna es real. Que cuando se pinta sobre un lienzo es el lienzo lo importante, porque no hay intento de crear un espacio ilusorio. Y justamente al estar pintando en un muro, que además no es el primer plano estoy metiendo la irrealidad. Me interesa una irrealidad que se supone que es real. Una pintura de chorreón que no está realmente en el lienzo, sino en un segundo plano dentro del cuadro. El realismo supone un juego irreal y puedes hacerlo sin ningún problema.
Aquí, como en mucha de mi pintura, hay un juego, muy barroco español por otra parte, del cuadro dentro del cuadro, de la pintura dentro de la pintura. Esto es algo conceptual totalmente.
¿A qué proceso se somete el espectador al acercarse a una obra así?
El espectador tiene que hacer un trabajo mental. Se le dan bastantes pistas, eso sí, para que deshilvane la historia, pero ha de usar de su propio trabajo.
Hay una cosa que me he dado cuenta... el autorretrato del personaje sentado no es tan bueno, y eso despista un poco. Porque en el durmiente todo el mundo me reconoce y en el otro no, lo cual me da rabia, porque yo quería que la sensación de dualidad se notase inmediatamente. Pero hay datos para que la realidad más teorética se entienda. La parte más "íntima" no me interesa que se entienda y si se entiende, pues muy bien, porque esa es la que me ha motivado en principio a pintar el cuadro. Pero el resultado es el cuadro como tesis, la experiencia es el principio.
LA PINTURA
¿Qué tal eso que se denomina "la cocina"?
Ya te he dicho que el hecho de pintar me parece una pesadez tremenda, lo maravilloso es el írselo imaginando y ver cómo resuelves todos los problemas. Yo cuando pienso un cuadro, tengo una imagen primaria-primaria que está bullendo dentro de mi cabeza que es lo que quiero contar. Ocurre que no sé cómo pintarlo.
Hay un momento en que me surge la chispa pero no sé exactamente qué es. Veo la imagen plástica de esa obra, veo una distribución. Ese es el momento del garabato, quizá aún no muy concreto, pero si lo bastante claro para saber la distribución de las cosas. Hay veces, aunque pueda parecer formalista, que me viene una imagen plástica que no sé qué es, una imagen plástica puramente. Ese cuadro aún no lo pinto. Y llega un momento en que esa imagen aparece unida a algo que me afecta y ahí nace un cuadro. También me sucede exactamente lo contrario. Una idea que me afecta se convierte en imagen plástica, y yo la dejo bullir en la mente hasta que llega el momento del garabato, y empieza un proceso analítico puramente, de trabajo fundamental, para mí maravilloso. El momento de los bocetos es el más creativo, mientras voy distribuyendo las cosas, las voy dando color, aquí va esta forma, esta imagen va allá, este círculo se opone a este triángulo, esto pesa más que esto otro. El momento de labor propiamente de cabeza mientras vas comprendiendo que el cuadro ya está.
Luego viene la cuestión de pintarlo, en donde interviene la frescura o pesadez de la materia, la intensidad del color, la textura... Me he dado cuenta últimamente que yo la pintura-pintura la encuentro un poco ñoña. Viendo la exposición de Bonnard, que es una buena y maravillosa lección de pintura te preguntas: ¿Hay algo aquí?
La idea es lo primero, y es válido, para las Artes en general, lo segundo; el garabato, para las artes plásticas en particular, y lo tercero; la ejecución, es lo moderno, el placer de la pintura, la pincelada, la soltura... A mí me parecen la mayoría de las veces puras necedades. Dices: Sí, sí, efectivamente es un cuadro muy fresco. Yo me pongo delante de un lienzo con un brochón y pinto cuadros muy frescos, maravillosos (yo lo sé hacer) de muy buen color y bien hecho..., pero es que eso a mí no me interesa. Prefiero que me quede un cuadro torpe, porque está lleno de dudas, de problemas y de agarrotamientos. Eso que se llama "fresco" y "lleno de pintura" a mí me parece bastante antiguo.
¿Es acaso la pintura para ti algo gratuito?
No. Lo mínimo que se le puede pedir a un pintor es que sepa pintar, y a partir de ahí ya veremos. Que un cuadro esté bien pintado no quiere decir que sea un buen cuadro. Los del XIX pintan como dioses, pero ¿qué pintan?... Es que no hay nada en esa pintura.
Cuando yo me pongo a pintar en el lienzo, hay casi una especie de acto reflejo.
Voy cogiendo los colores sin pensar: Este color es, este color no es. Es más sencillo. Si vas a pintar algo que está recibiendo una luz de sol poniente ya sabes que es un amarillo-naranja, y sabes cómo va a ir pintado eso. Sabes que para las sombras hay que ir poniendo unos pigmentos que normalmente serán violáceos-verdosos porque para la luz son amarillo-naranjas. Se sabe que las formas cuando se alejan van difuminándose. Hay una serie de reglas que están como adquiridas... Cuando tú conduces no estás pensando si metes la primera o la segunda, o si aprietas el embrague o el acelerador. Vas conduciendo. Sólo hay que pensar el itinerario antes de emprenderlo.
Lo que pasa es que uno no es tan buen pintor. Yo me encuentro con miles de problemas que no sé resolver. Y eso es parte de la maravilla que es pintar un cuadro, si no, seria aburridísimo. Ya te digo que pintar me interesaría bastante poco si no fuera por esos problemas. Cuando ya sé pintar algo, dejo de pintarlo inmediatamente, porque ya lo sé pintar. Tengo un proceso de escalera en espiral, por el cual voy aprendiendo nuevos datos que añadir a mi bagaje. Con el tiempo, y si no me cobijo en una terrible depresión terminaré pintando bien, por ahora voy tirando. Tenía un terrible problema a mediados de los 70; ni puta idea de cómo pintar figuras. Me he pasado los últimos años con la figura humana, olvidando la perspectiva, que ya domino. Sé crear unos espacios de una archicomplicación tremebunda, pero no me interesa. Sin embargo el hecho de enfrentarse en 1983 a una idea de anatomía que no sea representativa, sino expresiva, o plantearse el escorzo de un nuevo modo me hace seguir pintando.
Hay varias maneras de plantearse la figura. La más sencilla sería "a lo Hockney". Consiste en hacer una fotografía de la persona y pintar algo muy suelto basado en una representación realista previa: la fotografía. Para mí esto sólo es interesante en los momentos en que te interesa dar esa connotación específica. El primer cuadro donde me planteo algo así es "El pintor y la modelo" de 1975, en el que aparezco yo de espaldas pintando (pintado de un modo realista) una mujer representada de modo caricaturesco, una figura femenina que es como un Picasso de cachondeo. No podemos repetir el cubismo porque ya está hecho, podemos tenerlo en nuestro bagaje, pero no repetir el mismo proceso analítico-disgregador que ya hizo Picasso. Bueno, pues esa primera figurita, al hacer ese proceso aprehensible a los ojos, fue un rollo enorme de meditación, porque me planteé una figura realista que no era tal.
El siguiente paso viene en "El discurso de la verdad", donde hay un personaje con los pies muy pequeñitos y una serie de deformaciones espaciales dentro de la figura que me alucinaron muchísimo. Me encontré en ese cuadro con la solución al problema de cómo expresar un espacio únicamente con la figura. En el cuadro "Personajes a la salida de un concierto de rock" vuelvo de nuevo al lado picassiano que me interesa menos en sus resultados finales. A partir de "El discurso de la verdad" vuelvo a mirar intensamente la obra de los manieristas, Pontormo sobre todo, y me di cuenta de lo que quería hacer con la figura humana. En "La melancolía", el cuadro del Museo de Arte Contemporáneo, llegó por primera vez a figuras que son naturales e innaturales a la vez.
¿El mero acto de pintar te divierte?
Exclusivamente el oficio me daba placer hace unos años, me lo pasaba muy bien. Ahora me interesa el proceso mental de la pintura. No me interesa la pintura de acción. Pollock y todo eso son como un desenfreno, como una orgía y a mí no me dice nada la pintura aniquiladora, sino más bien una pintura que funcione como un rosario. Vas diciendo "ora pro nobis", "ora pro nobis" veinte veces, como algo tántrico y mientras, una parte de la mente te va funcionando maravillosamente.
Para que me surja un cuadro me tienen que pasar cosas, y a partir de aquí empezar a generar el pensamiento. Pero si me dedico a pintar y no me ocurre nada, mi pintura no existe ni puede existir. Echo en falta la pintura que a la vez me dé vida.
LA EXPOSICION
¿Qué diferencias hay en tu obra desde tu última exposición en Madrid?
Hay un ciclo que comienza en el primer cuadro de la otra exposición "San Jorge matando al dragón" y que acaba en el "Jasón” que es el punto central de ésta. Es un ciclo muy coherente, que va siendo cada vez más introspectivo hasta llegar a unos grados mentales exorbitantes. A partir de aquí se produce un cambio fundamental en mi pintura y en mi vida, y empiezo a trabajar de un modo totalmente distinto. Los primeros cuadros de esta exposición tienen que ver mucho con la última. "La noria" es una meditación sobre el mundo artificial frente al natural. Es un personaje que bebe agua de la noria, y no del río. "Los augurios y el azar" va sobre la relación tiempo-orden y sobre lo que puede haber de orden en lo casual. Luego hay un ciclo que iban a ser tres cuadros y se quedan en dos, "Ícaro" y "Faetón" que tratan sobre los peligros del artista, fundamentalmente sobre el más grave, que son las elucubraciones del propio artista al ir buscando cuestiones cada vez más complejas.
El peligro de locura que eso puede conllevar. De aquí paso a "La melancolía", que es el final de este ciclo: la meditación artística acaba siendo la melancolía, y de la melancolía surge el arte. La melancolía es muy difícil de explicar, es un estado que no es ni euforia ni depresión.
Estos devaneos terminan siendo el cuadro del "Jasón" con el que tuve la visión clara de para qué servía la pintura. Desde entonces la pintura se convierte para mí en un proceso de conocimiento. Te vas trasmutando con ella y acaba siendo el soporte de tu evolución. Ya la pintura no tiene sentido ni siquiera como elemento de producción de placer. Sólo queda el hecho de que yo "veo" ahora más que hace tres años. Y a partir de saber qué es la pintura empiezo a hablar con ella y a saber cómo puedo manejarme apoyándome en ella. ¿Y de qué voy a hablar?... Pues voy a hablar de mí, de lo que me pasa. Aquí pinto "La Primavera" que es el primer cuadro en que empiezo a contar mi vida utilizando una serie de iconografías y de elementos pictóricos.
Ahora sólo me mueven las cosas que me producen chispa, me mueve la Pasión. El Hecho Artístico y mi propia vida se han convertido en algo único. Ahora vivo en mi propia "Estancia".
PACO MORALES, La Luna de Madrid
nº 1, noviembre de 1983, pp. 21-23.

domingo, 7 de enero de 2018

Historia (y despedida) de la revista DESTINO (Destino,Tercera etapa, Nº 1, 29 de marzo-3 de abril de 1985)


Historia de DESTINO
El primer número de DESTINO apareció el 6 de marzo de 1937. Desde aquellos difíciles tiempos, en plena guerra civil, hasta nuestros días, DESTINO ha pasado por muchas etapas, distinguiéndose en todas ellas por su seriedad y su prestigio.
Sergio Vilar, en su Historia del antifranquismo[1], y opinando sobre los años 1958-1975, expresa: «Algunos periódicos, mensuales, semanarios y diarios efectúan una sistemática labor informativa y de opinión contra el sistema dictatorial. A pesar de la censura directa e indirecta, y superando los secuestros y las suspensiones, Serra d'Or, Cuadernos para el Diálogo, Cambio 16, Mundo, Triunfo, DESTINO y Posible hacen una plausible difusión de las ideologías liberales, progresistas e incluso deliberadamente de izquierdas.»
Es curioso que DESTINO se vea incluido en esa corta lista. Nunca pudieron pensarlo quienes lo fundaron (José M. ª Fontana y Javier de Salas) cuando lo hicieron. Y, sin embargo, así llegó a ser. No deliberadamente izquierdista, pero sí respecto a la difusión de ideologías liberales y progresistas.
En cambio, su creación fue de signo absolutamente contrario.
En diciembre de 1936, huyendo de la Barcelona roja, por su significación falangista (era camisa vieja de las JONS), llega a Burgos José M. ª Fontana. Allí, se da cuenta de la gran cantidad de catalanes que pueblan Burgos, Salamanca, San Sebastián. Son catalanes falangistas, o monárquicos, e incluso republicanos de derechas, o católicos que han visto arder iglesias, o ricos que han visto incautadas sus fábricas, o gente de orden o conservadores que han visto a milicianos saquear pisos y han oído hablar de paseos en la Rabassada...
Y allí, en la Zona Nacional son tratados casi como medio rojos por el solo hecho de ser catalanes.
Ellos, que precisamente han afrontado multitud de riesgos, para poder cruzar esa frontera de Irún donde ya ondea la bandera roja y gualda, que tanta emoción causaba a muchos volver a ver al cabo de cinco años...
Ellos, que aún en privado, en la habitación donde escuchan el parte de Radio Nacional, se ponen en pie cuando suena el himno nacional...
A José M. ª Fontana quien, con su mujer, vive en una casa de la calle de la Puebla, con derecho a cocina, esto no le gusta.
Fontana es un hombretón de 1,90 metros de estatura que, tras la unión de FE con las JONS, fue nombrado, por José Antonio Primo de Rivera, Jefe Provincial de Tarragona, subordinado sólo al Jefe Territorial de Cataluña, Roberto Bassas, asesinado en 1939.
Se le ocurre la idea de fundar un periódico que sea órgano de los cata lañes huidos. Xavier de Salas[2], huésped también en el mismo piso, se le une entusiásticamente.
«Lo teníamos todo estudiado —escribe[3]y sólo nos faltaba el título: confeccionamos una lista, y mi mujer escogió la palabra DESTINO. Allí, en la calle de la Puebla, nació el semanario hoy tan conocido...»
Obsérvese que, aunque con inconfundibles connotaciones nacionales o franquistas, si se quiere —Franco ya era Jefe del Gobierno del Estado allí—, esa cabecera no era proveniente de Unidad de Destino en lo Universal, ese segundo punto de Falange Española de las JONS, a mi juicio tan enigmático como «Por el Imperio hacia Dios» y otros por el estilo. Será más tarde, cuando Ignacio Agustí remachará DESTINO con el subtítulo «Política de Unidad», que durará exactamente hasta el n.° 418 (21 de julio de 1945); en el n.° 419 (28 de julio) ya no aparece.
Por otra parte, poco se podía hablar de unidad cuando apareció el primer número de DESTINO, el 6 de marzo de 1937, ya que en la Zona Nacional no andaban muy bien avenidos Falange, el Requeté, Renovación Española y la CEDA. Estos dos últimos partidos —monárquicos alfonsinos y derechas gilroblistas— eran minoritarios.
Franco, un poco harto de algunas rencillas más o menos relevantes, y deseoso de que todo estuviera bajo su mando, ya estaba concibiendo. La Unificación, que costó dos muertos y un condenado a muerte, Hedilla, quien, aunque no fue ejecutado, tuvo que sufrir cárcel, destierro y quedó marcado hasta su muerte.
El 19 de abril de 1937 Franco, de un plumazo, borró Renovación y CEDA, y unió sus restos a Falange y al Requeté, bajo el nombre único de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, y sometidos a su propia jefatura.
Lo curioso es que, ese mes, no se habían formado grescas entre partidos distintos, sino entre los propios falangistas, unos franquistas, de Sancho Dávila, y otros hedillistas. A punto estuvo de que se armase, en Salamanca, la marimorena que, pocos días más tarde, se organizaba en la Zona Roja entre el PSUC y la Generalitat, por un lado, contra la CNT y el POUM, por el otro: els fets de Maig.
Continuemos con esa revista de Fontana y Salas: su primer número —ya hemos dicho que apareció el 6 de marzo de 1937— eran apenas unas hojas escritas con mucha retórica para consumo intelectual de los soldados.
Sigue relatando José M. ª Fontana:
«Para la publicación, nos costó mucho convencer a Pepe Ribas[4] y obtener su asentimiento. Al fin nos ayudó Calviño[5], que por aquel entonces empezó a ser el brazo derecho y la eminencia de la Territorial. Por fin se nos dio permiso y dinero; Vicente Cadenas, la gamba azul, Delegado Nacional de Prensa y Propaganda, nos revalidó la autorización y nos nombró delegados territoriales de Prensa y Propaganda. Entre los dos hacíamos los números íntegramente: corríamos luego a una horrenda imprenta católica (?) de Valladolid[6], y después de dos días de luchas regresábamos con nuestros ejemplares a Burgos.
DESTINO se orientó hacia nuestros camaradas del frente, exaltando en sus columnas las acciones bélicas y las muertes gloriosas, además de introducir en su formato secciones varias, tales como una reseña de prensa barcelonesa, idea mía de cierto éxito, y que me permitió recibir y seguir las incidencias políticas marxistas a través de los diarios de la Barcelona roja.
Un día entró en mi despacho de la Territorial un sujeto bajo, con barba de tres días, lleno de granos, febril y demacrado, vistiendo un enorme capote manta que casi arrastraba. Era mi antiguo compañero de Universidad y redactor jefe de L'Instant[7], Ignacio Agustí. Le abracé con mi natural efusividad, y vi en él al hombre que necesitábamos. Me acuerdo que, en su fase neurasténica, semejante a la de casi todos al llegar, me decía que no sabría escribir en castellano, y yo le animé e incluso le di tema para un artículo de prueba: una glosa sentí mental a la muerte de Pauleta Pamiés. El artículo resultó estupendísimo. DESTINO ganó un redactor jefe me nos ocupado que sus directores, y las letras castellanas al magnífico escritor de Mariona Rebull»[8].
Ignacio Agustí, por su parte, nos expone:
«Pusieron a mi disposición un coche con un chófer-soldado, y a partir de entonces todas las semanas iba a Valladolid y volvía con el número hecho. Siento ahora no haber podido encontrar ni un sólo número de aquella colección del primitivo DESTINO, que significaría para mí la reviviscencia de un mundo huido. Allí encontré de pronto el castellano que no había vuelto a cultivar literariamente desde los años de mi infancia. Me asombró que reapareciera tan fresco sin apenas asomo de contagio o impureza»[9].
Se ha discutido si fue o no Ignacio Agustí el creador de DESTINO. El mismo aclara en su Ganas de hablar que fueron Fontana y Salas. Pero como es algo ambiguo al explicar el momento en que se incorpora a DESTINO —parece decir que lo hizo en el primer número y, sin embargo, no fue hasta algo después— hay un detalle revelador: Agustí llega a la Zona Nacional, a Salamanca desde Lisboa, en 1937 y, en las páginas 322-323 de su citado libro, expone:
« (...) una noche me desperté en mitad de un sueño; y no era broma. Había estrépito de bombas y disparos de fusil no lejos de mi posada. Fue un corto período, un lapso breve de noche. Al día siguiente me dijeron que había acontecido en una lucha interna entre dos grupos encontrados de la Falange. El hasta entonces jefe del partido, Manuel Hedilla, había sido encarcelado
Posteriormente, va a Burgos.
O sea, que no hay duda de que Ignacio Agustí llegó a Burgos más de un mes después de que apareciese el primer número de DESTINO.
En esa época, lo dirigía José M. ª Fontana, y se tiraban unos mil ejemplares. A partir del n.° 34 pasa a hacerse cargo de la dirección Ignacio Agustí. Lo cambia notablemente, varía el formato, aumenta las páginas —se puede hablar ya de revista— y se amplía el número de colaboradores. A partir del n.° 37 se vincula a DESTINO una persona que jugaría un papel decisivo en su historia: José Vergés. Escribía una página sobre política internacional que, con el tiempo, llegaría a tener gran prestigio. Firmaba con los seudónimos de Fog (niebla en inglés) y Mascaró.
El 30 de enero de 1938, Franco organiza su primer Gobierno (antes era Junta Técnica del Estado). Lo preside él, naturalmente, y nombra ministro del Interior a su cuñado Ramón Serrano Suñer. Después de los sucesos de abril del 37 en Salamanca, Dionisio Ridruejo, un poeta camisa vieja, se había convertido en el hombre de confianza de Serrano Suñer. Este le nombra Director General de Propaganda, cargo que incluye responsabilizarse de las publicaciones falangistas.
Y Ridruejo contrata al equipo de DESTINO. Se adscribe a Xavier de Salas como secretario y procura una mejora sustancial en las condiciones de la publicación de la revista. De ahí que le pusieran a Ignacio Agustí un coche con un chófer-soldado, como él nos ha relatado.
En los locales de la Dirección General de Propaganda, en Burgos, se congregaron los colaboradores de DESTINO ya citados, más otros como Juan Ramón Masoliver, Antonio Tovar, Carlos Sentís, el músico Xavier Montsalvatge, J. de Soler y el pintor Pedro Pruna.
Agustí contrató también, en Burgos y para DESTINO, a Eugenio D’Ors, por consejo de Juan Ramón Masoliver.
Explica Ignacio Agustí que al famoso Xenius, del que tanto había oído hablar de niño «hombre que había sido piedra de escándalo y defenestrado de la Mancomunidad», lo encontró todavía joven, aunque con las sienes plateadas. Agustí pensaba que sería más viejo. Con un uniforme «como de chófer de casa de postín», D’Ors se había alejado de la vertiente nacional-socialista de la Falange[10].
«Me dijo que Juan Ramón Masoliver le había hablado de la conveniencia de incorporarse al equipo de DESTINO. (Juan Ramón no me había dicho nada de eso.) Creía que era el momento oportuno de llevar a término la política de misión que él venía propugnando desde hacía años. Había que aprovechar todos los medios para elevar el tono de la política, para trascendentalizar el momento histórico. Me proponía, de entrada, publicar en DESTINO una conferencia que acababa de dictar no recuerdo con exactitud sobre qué tema.
Aunque no conservo —ni he podido hallar en ninguna parte— ejemplares de la colección de DESTINO de Burgos en que la conferencia fue impresa, me imagino que D’Ors se refería en ella a temas relacionados con la catolicidad y Europa. Los lectores de DESTINO no estaban acostumbra dos a textos de ese estilo, tan trascendentes. Eugenio D’Ors había exigido algunas peculiaridades en la presentación tipográfica del texto, que apareció tres o cuatro semanas: por ejemplo, hizo que la conferencia apareciera en cada entrega alrededor de una fotografía suya, los dedos de su mano cálida sobre su frente de pensador, apoyados levemente en sus cejas, es pesas e hirsutas. También el cuerpo de letra debía ser mayor que el habitual. De hecho, la mitad de cada uno de aquellos números de DESTINO era ocupado por la conferencia de D’Ors»[11].
También contrató Agustí a Castanys. El popular dibujante de Xut y El Be Negre se había refugiado en San Sebastián y, una vez empezada su colaboración en el DESTINO burgalés, la continuó, en la segunda época barcelonesa, hasta su fallecimiento.
Se comprende que, con la plantilla mencionada. DESTINO llegase, aun en plena guerra, a ser una revista bastante digna, de la que se vendían, ya, dos mil ejemplares, no sin pasar serias vicisitudes.
«Las dificultades a nuestro paso fueron constantes —escribe Fontana[12]y de todo tipo: una vez era el jefe provincial de Burgos, que pre tendía refundir DESTINO en el órgano que entonces dirigía Faustino Renedo (...). Otra vez, el administrador nacional intentando incautarse de to do el dinero que nosotros habíamos logrado acumular (...)»
Una vez Barcelona cae en poder de las fuerzas nacionales (26 de enero de 1939), una importante parte del equipo de DESTINO entra tras ellas. Su director sigue siendo Ignacio Agustí.
El DESTINO barcelonés iniciará su andadura el sábado 24 de junio de ese mismo año. Es el n.° 101, con el sub título «Política de unidad». Señala: «2. ª época»; fecha 24 de junio MCMXXXIX (así, en números romanos), Año de la Victoria. Formato: gran folio (540 x 382 mm). Tiene ocho páginas a cinco columnas, impresas en NAGSA, calle Casanova, 212-214, con la redacción en Avenida del Generalísimo[13], 442, bis. Precio: 60 céntimos.
En su primera página, se ven, bajo la cabecera, dos fotografías del Desfile de la Victoria en Madrid, dos editoriales («Bajo el signo de la Victoria» y «Política de Unidad» --explica la redundancia con el subtítulo), un artículo («Hacia José Antonio») de Luys Santa Marina y la siguiente «Breve Historia de DESTINO», en un recuadro:
«Apareció el 7 de marzo de 1937, Primer Año Triunfal[14], en Burgos. Se imprimió en la Imprenta Católica, de Valladolid. Consiguió mejorar sus insuficientes condiciones tipográficas en la Imprenta de FET y de las JONS, de Burgos, a donde se trasladó en octubre, sin abandonar su modestia inicial. Aumentó progresivamente el número de sus páginas; paralelamente —con la afluencia de nuevos refugia dos catalanes— iban aumentando también sus inscripciones-donativos; se llegó al millar. El número total de la tirada en los últimos tiempos era de cuatro mil ejemplares. Los tres mil ejemplares que no correspondían a los suscriptores se repartían, en los distintos frentes, a los voluntarios y soldados de las Banderas y Tercios catalanes del Ejército de Franco; a aquellos mil suscriptores iniciales de la primera época de DESTINO corresponde hoy, en nuestros ficheros, una numeración especial en cifras romanas.
De aquella época heroica queda sólo nuestro afán, renovado cada día con el recuerdo de lo que modestamente lucimos entonces, y con nuevo brío ante lo que nos toca hacer. Salimos a la luz por segunda vez, con una nueva ambición, la que trae consigo nuestra Victoria, que no tendría objeto sin la conservación latente y constante de las virtudes españolas que lo hicieron posible. Sobre este papel, cuyas tonalidades concuerdan con las del pan cotidiano de todos los españoles ganados a la Patria[15], no se hallarán otras consignas que las del servicio permanente de España, a las órdenes del Caudillo, Generalísimo de los Ejércitos.»
En el principio de esta segunda época se ven las firmas (además de los citados Agustí y Santa Marina) de Buenaventura Bassegoda, Félix Ros, Pedro Laín Entralgo, Juan Ramón Masoliver, Diego Victoria, Dionisio Ridruejo, Francisco Casares, Gin, Claudio Colomer, Jaime Vicens Vives, Dr. Martínez Vargas, Martín de Riquer, Fernando Valls Taberner, Miguel Llor, Ramón Garriga, Manuel de Montoliu, Gabino Tesán, José Esteban Vilaró, Carlos Martínez Barbeito, Oriol Montalt, G. M. Selva, José M.ª Junoy, Juan Teixidor, Tomás Garcés, Jaime Ruiz Manent, Josefina de la Maza, Pedro Boye, José M.ª Boix Selva, Bartolomé Soler, J. F. Rafols, Eugenio y Santiago Nadal, Francisco de Cossío, José Pla, Manuel Brunet (y con seudónimo: Romano), Antonio Tovar, Sebastián Juan Arbó, J. M. Perera, Miguel Utrillo, Guillermo Díaz Plaja (firmando con su nombre y con el seudónimo «Sagitario»), etc... e ilustraciones de Ramón de Campmany, Jaime Busquets, Pedro Pruna, Manolo Hugué, Manuel Muntañóla y, alternándose cada semana, un chiste de Junceda o de Castanys.
Como puede observarse, DESTINO ya contaba con una colaboración de lujo.
Para mayor realce, en 1940, Agustí contrata a Azorín y recontrata a Eugenio D’Ors.
Azorín cobraba 200 ptas. por cada artículo, cifra superior a la corriente para los colaboradores de la época. D’Ors regateó con Vergés, pues no se consideraba, ni muchísimo menos, inferior al académico monovarense. Xenius indicó a Vergés que, en realidad, el suyo no se trataba de un solo artículo, sino de un conjunto de seis artículos, aunque comprimidos. Explicaba:
«Cada una de las glosas era un compendio, una síntesis de pensamiento. El esfuerzo creador es, por lo menos, el de cualquier articulista multiplicado por seis. Esto debe tenerse en cuenta a la hora de valorarlos.»
Vergés contestó:
«Para DESTINO lo que cuenta es su dimensión global. Su artículo será para nosotros una sola pieza. Nos da igual que los fragmentos sean cuatro, seis o uno. Lo que vale es la longitud total»[16] —y calculó, sobre un ejemplar, los centímetros que llenaría la glosa de Eugenio D´ Ors, llegando a un acuerdo después de más de una hora de discutir el precio.
Otras firmas que ya vemos en 1940 son las de José M. a de Sagarra, Andrés Revesz, Fernando M. Castiella, Luis Perales, José Ruiz-Fornello, Penella de Silva, Miguel Tormo, Carlos Sentís, Miguel Capdevila, Luis Moure-Mariño, Álvaro Cunqueiro, Juan Antonio de Zunzunegui, Cristal (Antonio del Cerro, hijo), Javier Montsalvatge, Eduardo Aunós, Jacinto Miquelarena, Concha Espina, José M.ª Pemán, Federico de Madrid, Xavier de Salas, Juan Sampelayo, Lorenzo Riber, Ángel Zúñiga, Miguel Dols, etc. (No cito los ya expresados anteriormente: por recién contratados o de la plantilla de 1939; y subrayo los más asiduos.) Ignacio Agustí, José Pla, Romano, Andrés Revesz, Pendía de Silva y uno de los hermanos Nadal publican en cada número.
La revista se compone de: Editorial, El mundo y la política, El conflicto europeo, críticas de libros, exposiciones artísticas y cine; temas diversos de economía, historia, cultura militar, actualidad universal, arte y letras, etc., todo ello profusamente ilustrado. La penúltima página —Retablo—, la dedica a crucigramas, ajedrez, grafología y humor. Hay bastante publicidad.
La redacción de DESTINO se trasladó a la Ronda de San Pedro 7, entl. 1. ª, según consta en el n.° 107 correspondiente al 5 de agosto de 1939.
En 1942, el conde de Godó compró el 50 % de la revista: la operación era rentable para ambas partes, pues a Vergés y Agustí —los dueños de DESTINO— les resultaba muy caro el tiraje en NAGSA más el alquiler del piso para la redacción y, por otra parte, La Vanguardia tenía parada parte de su maquinaria por el escaso cupo de papel que se le había asignado. Y así el n. º 244 se imprime ya en los talleres de La Vanguardia, y la redacción se instala en la sede de ésta, en Pelayo, 28.
En 1942, el inquieto Ignacio Agustí se siente fogosamente monárquico y decide marchar a Suiza para, desde allí, defender la causa de Don Juan de Borbón que habitaba en Lausana. Alfonso XIII ya había fallecido, e incluso antes había abdicado en su hijo don Juan, previas renuncias de sus hijos mayores de Alfonso y don Jaime.
En DESTINO colaboraba Álvaro Ruibal —quien ahora firma diariamente ERO en La Vanguardia—, un fino gallego que había logrado amistades en todas partes. Aunque Ruibal era de ideología republicana —y lo sigue siendo[17]— hizo la guerra como soldado en las tropas franquistas (nacionalista geográfico) y, cuando le convenía, sacaba a relucir sus méritos. No era sólo esto lo que le había conseguido tan amplio círculo de amista des entre personas allegadas al Régimen, sino su amena conversación y amplia cultura.
Ruibal se prestó a acompañar a Agustí a ver a Juan Aparicio a Madrid quien, tras la destitución de Ridruejo y Tovar (por un artículo publicado en Arriba: «El hombre y el currinche»), había sido nombrado Delegado Nacional de Prensa y era el hombre-clave de ésta en la España de entonces.
Aparicio les recibió muy amable mente y, respecto a la petición de Ignacio Agustí de ser enviado a Ginebra, que está a pocos kilómetros de Lausana, en las mismas orillas del Lago Leman, le repuso:
«Por mí no hay inconveniente, pero en mi Delegación no tenemos dinero para eso.»
«No importa —replicó Agustí—, el conde de Godó lo tiene.»
Y de esta forma quedó implícitamente nombrado corresponsal de La Vanguardia en Ginebra.
Fue pura casualidad pero, al poco rato, entraba en el despacho de Aparicio el director de La Vanguardia. Luis de Galinsoga, a quien el primero le dijo:
 «¡Hombre!, acaba de estar aquí tu corresponsal en Ginebra.»
Cosa que al interpelado le hizo muy poca gracia.
De vuelta a Barcelona, Galinsoga le echó la gran filípica a Ignacio, pero éste se las arregló con Godó, y su nombramiento y su viaje a Suiza fueron dos realidades.
Allí, de vez en cuando enviaba alguna crónica a La Vanguardia, visitaba a D. Juan, publicaba un artículo pro restauración en La Gazette de Lausana (20 de enero de 1944) y, lo más importante, escribió Mariona Rebull.
Mientras tanto, como director de DESTINO había quedado Álvaro Ruibal.
Pese a que es, precisamente en esa época, cuando DESTINO se inclina hacia posturas más distantes de la oficial (ser anglófilo, entonces, era sinónimo de antifranquista; España había pasado de «neutral» a «no beligerante» y había enviado al frente a la División Azul), Ruibal no tuvo muchos problemas en su dirección. Recuerda, sí, que el Gobernador Civil Correa Véglison le llamó reticente y le ordenó:
« ¡Tenga la bondad de mirarme a la cara!», porque él bajaba la vista, ante las insensateces que le exponía.
« ¿Qué quiere que haga, si usted no me convence, pero no tengo más remedio que acatar cuanto me dicta?», replicó.
A lo que Correa respondió:
«Sí, claro...»
Ruibal cree que lo peor de Correa era su entorno: una pandilla de gandules, embaucadores e incluso ladrones que actuaban como secretarios del Gobierno Civil.
Los mayores roces con él los tuvo a causa de las Sesiones Destino de cine que, por lo general, presentaban películas norteamericanas, no por sus méritos aliadófilos sino, sencillamente, porque eran las mejores.
Correa le conminó a que ofreciese películas alemanas. Estaba empeñado, especialmente, en una cuyo título era GPU. Hizo que la distribuidora UFA la pasase en privado para el director de DESTINO y su crítico cinematográfico, Ángel Zúñiga, quienes salieron de la sala convencidos de que el filme era un bodrio.
«Le haré todos los artículos anticomunistas que quiera —le dijo Ruibal a Correa—, pero me daría vergüenza exhibir GPU en Sesión Destino.»
Por fin, el 2 de julio de 1942, Zúñiga mostró en sesión de Cine retrospectivo y moderno el filme El hombre de la figura de cera, considerada como una obra magistral del expresionismo alemán. El público provocó un tumulto, al no entenderla.
Se sacaron la espina con el estreno de Rebeca de Alfred Hitchcock, en el cine Coliseum, presentada por DESTINO el 8 de enero de 1943. Esta película batiría todos los récords de recaudación que, desde 1930, tenía El desfile del amor.
Y, también patrocinada por el semanario, el 15 de noviembre de 1943, tuvo lugar la reaparición de Walt Disney tildado de rojo en Barcelona, en los cines Avenida de la Luz y Publi.
Durante su dirección, Ruibal con trató a Julio Coll, como crítico teatral, pues el semanario no tenía cubierto tal empleo en Barcelona y, únicamente, publicaba las críticas que enviaba Antonio Espina —que firmaba B. Ruiz Soto— desde Madrid.
En primavera de 1944, regresa Ignacio Agustí y reasume la dirección. Pero Vergés ya dominaba el mecanismo de funcionamiento de la revista.
La orientación del semanario era, entonces, claramente aliadófila pues, por una parte, el haber entrado Esta dos Unidos en guerra contra Alemania hacía afirmarse más en sus opiniones antinazis a los redactores de DESTINO y, por otra, desde ese mismo punto de vista, las autoridades españolas eran más condescendientes («¿y si ganan los aliados?») con las publicaciones críticas a los antiguos amigos. Tanto es así que España había vuelto a pasar a ser oficialmente neutral (ya olvidada la no-beligerancia) y Franco había retirado del frente la División Azul, desposeyendo de su nacionalidad española a quienes no quisieron regresar, continuando el combate junto a los alemanes.
En este 1944 ocurrirán varios sucesos directamente relacionados con DESTINO.
Santiago Nadal publicó un artículo titulado Verona y Argel en el que aludía al proceso de Verona (por el que fueron ejecutados el conde Ciano y otros) y al fusilamiento de un político de Pétain que se había pasado a la Francia Libre, y De Gaulle, en vez de acogerle, ordenó su muerte. Santiago Nadal decía, en su artículo, que había que terminar con las venganzas y los asesinatos políticos.
Téngase en cuenta que, en esa época (y hasta 1950, por lo menos) eran frecuentes los fusilamientos en España. Un autor tan poco sospechoso de izquierdismo o antifranquismo como el general Ramón Salas Larrazábal da, por un lado[18], la cifra de 26.581, desde 1940 a 1950, entre ejecuciones sobre la población civil por los ejércitos beligerantes españoles y ejecuciones judiciales, y, por otra parte[19], la de 23.000 ejecuciones en la represión, desde el 1 de julio de 1939 al 31 de diciembre de 1961 (las separa de caídos en el maquis, homicidios en las guerrillas, etc.): el 1 de julio de 1939 toda España era ya de Franco.
El artículo estaba tan finamente escrito que había sido aprobado por la censura. Pero el gobernador civil de Barcelona. Antonio Correa Véglison, montó en cólera y ordenó se detuviese a Santiago Nadal, quien ingresó en la cárcel Modelo como preso común.
Álvaro Ruibal que, entre sus múltiples amistades, contaba con la del médico de la cárcel, consiguió que éste le ingresase en la enfermería. José Pla acudió al alcalde de Barcelona (Miguel Mateu) quien intercedió ante Correa, explicándole que Santiago Nadal había combatido con los nacionales y, después de tres semanas de discusiones (Correa quería enviar a Nadal al campo de concentración de Nanclares de Oca), con ocasión del Viernes Santo, se le puso en libertad.
Nadal explicaba: «Fueron unos días terribles, porque entonces estaba agonizando mi hermano Eugenio, cosa que el señor Correa sabía perfectamente, porque se lo dijo Mateu»[20].
Salió de la cárcel con el tiempo justo de ver morir a Eugenio.
Un grupo de falangistas, mientras tanto, asaltó la redacción del semanario, destrozando cuanto encontraron a su paso y haciendo huir a la reducidísima plantilla que se encontraba allí. A quienes no lo sepan, jamás se les ocurrirá quién les capitaneaba —hoy vivo— ni yo pienso expresarlo aquí.
Otro artículo, El justo medio, éste de Agustí, provocó tales amenazas que su autor creyó prudente salir de Barcelona por unos días, recorriendo España en automóvil con un amigo.
La muerte de Eugenio Nadal, que era un apasionado de las letras, dio a Teixidor la idea de bautizar con ese nombre al plan de un concurso literario que Agustí había propuesto. Su convocatoria apareció en DESTINO el verano de ese mismo año.
Así nació el famoso y primero en su género, en España, tras la guerra, Premio Nadal. El 6 de enero de 1945, reunidos en el Restaurante Suizo, de la Rambla de Capuchinos n.°. 31, Ignacio Agustí, Juan Teixidor, José Vergés, Juan Ramón Masoliver y Rafael Vázquez Zamora, como componentes del Jurado de adjudicación del Premio Eugenio Nadal 1944 para novelas inéditas, tras las reglamentarias votaciones, otorgaron el galardón (¡5.000 ptas.!) a la novela Nada de Carmen Laforet, una joven absolutamente desconocida en el campo de las letras y, también, desde luego, a los miembros del jurado. Esta desconocida logró superar las calificaciones obtenidas por César González Ruano, Carlos Martínez Barbeito, José M. ª Álvarez Blanco, Esteban P. de las Heras y las otras veintiuna obras presentadas.
A este jurado se sumó Néstor Luján en 1948 y Sebastián Juan Arbó en 1950. Del Restaurante Suizo pasó al Glacier y de éste al Hotel Oriente. Pese a su ánimo —expresado en DESTINO en enero de 1953— de seguir en las Ramblas, el prestigio social adquirido lo hizo situarse en el Ritz.
El 12 de enero de 1957, DESTINO publica que, en el jurado del Premio Nadal, José M. ª Espinás sustituye a Agustí por dolencia de éste; pero el 11 de enero de 1958 ya publica los nombres de los miembros del jurado —los mismos que el anterior— sin excusa alguna.
La desaparición de Agustí en el jurado del Nadal y, prácticamente, de las páginas de DESTINO, es debida a que Vergés le envió a un viaje por Oriente Próximo. Agustí, tras su abrumador éxito con Mariona Rebull había abandonado ostensiblemente su trabajo en DESTINO, dejando como redactor jefe a Néstor Luján e instalándose en Sitges, desde donde, de vez en cuanto, venía a Barcelona y daba una vuelta por la redacción, quejándose de algo. Por ello, Vergés (que ya le había comprado su participación) le dio vacaciones.
Cuando regresó, su stress le obligó a ingresar en una clínica psiquiátrica, donde escribió Desiderio, lo que atestigua que no estaría tan mal de la cabeza. Agustí acusaba a Vergés de «haberle arrancado de DESTINO»[21].
Hacia esas fechas (1956) la redacción fue trasladada a Tallers, 62-64, 3. °, detrás de La Vanguardia y local también perteneciente a ésta.
Para entonces, ya eran colaboradores habituales (además de los antes citados) nombres de la talla de Néstor Luján, Tristán La Rosa, José M.ª Espinás, Antonio Vilanova, Sebastián Gasch, Cianófilo (Dr. José Espriu, hermano del poeta), Rafael Vázquez Zamora, Joaquín M.ª de Nadal, Joaquín Folch y Torres, Sempronio (Aveli Artís Gener), Miguel Masriera, Carlos Soldevila, Manuel del Arco, Luis de Castresana, Arturo Llopis, Luis Romero, Lorenzo Gomis, Jesús Fernández Santos, Camilo José Cela, Carlos Rojas, Rafael Abella, etc.
En enero de 1957, DESTINO se permite el lujo de que opinen sobre el año recién terminado: Ángel Zúñiga desde Nueva York, Carlos Sentís des de París, Julián Cortés Cabanillas desde Roma, Ramón Garriga Nogués desde Helsinki, Cecilio Benítez de Castro desde Buenos Aires y Tristán La Rosa desde Londres.
Néstor Luján sucede en la dirección a Ignacio Agustí. Imprime a la línea editorial —dentro de la prudencia que las condiciones del Régimen exigían— una orientación más liberal. Prestigiosos intelectuales vinculados al movimiento democrático catalán son contratados para la revista (Francesc de Carreras como secretario de redacción, y también Xavier Roig y Carlos Pérez de Rosas), mientras se reciben artículos de jóvenes escritores de fuera de Cataluña, entre los que destaca Francisco Umbral. El nivel cultural de la publicación va en constante alza y lo mismo sucede con su venta que, de los 20 o 22.000 ejemplares que se expendían, cada semana, en 1954 (27.000 de tirada; ver Anexo) pasa a más de 47.000 (59.000 de tirada) en 1969.
El nuevo director no se limita sola mente a su tarea sino que, además, viaja con frecuencia a lugares exóticos y sus bellas notas tienen gran aceptación por parte de los lectores.
Pero el creciente prestigio de DESTINO va aparejado a los constantes problemas con la censura: tuvo quince expedientes y sufrió dos meses de suspensión.
Luján, hombre de una cultura enciclopédica, y que escribe sobre todo lo habido y por haber, crea los números monográficos, con un doble objetivo: engrandecer la revista, al propio tiempo que evitar roces con la censura, ya que eran políticamente asépticos. El primero (en 1964) fue sobre la Guerra Mundial de 1914 1918, y el segundo sobre Shakespeare. Así, sucesivamente, lanzó temas históricos, artísticos e incluso gastronómicos.
El 1° de abril de 1969, el Tribunal Supremo confirma la sentencia condenando a Néstor Luján a ocho meses de prisión menor y multa de 10.000 pesetas por haber publicado una carta sobre el problema de la lengua catalana que fue considerada como propaganda ilegal. Y el 15 de junio de ese mismo arto, el Tribunal Supremo confirma la resolución del Ministerio de Información y Turismo contra Lujan que ha cesado como director de DESTINO en diciembre de 1967.
Accede a la dirección de DESTINO, meramente como firma con carnet de periodista —que era obligatorio— el músico Javier de Montsalvatge, quien ocupa este cargo transitoriamente. De todas formas, este nombramiento es más formal que real, pues la dirección es Vergés —aconsejado por Luján— quien la ejerce.
DESTINO continuaba haciéndose con muy poca plantilla: los colaboradores eran excelentes y cobraban poco —como era norma en aquella época— y, por consiguiente, la empresa era ampliamente rentable.
En 1952, Agustí había vendido su parte a Vergés, por lo que DESTINO había quedado al 50 % entre este último y el conde de Godó.
En 1972 —cuando cesó Fraga en el Ministerio—, es rehabilitado jurídica mente como director de DESTINO Néstor Luján, pero éste, para no des lustrar la imagen de su compañero Montsalvatge, acepta figurar como director-adjunto.
Más tarde, ostentará la dirección José Carlos Clemente, periodista vinculado al carlismo.
En 1974, DESTINO se vende a un grupo cuya cabeza visible es Jordi Pujol, el brillante banquero de Catalana. Se sabe que el precio fue muy alto. El diario El País lo cifró en cincuenta millones, y no ha sido desmentido públicamente.
Pero la idea de Jordi Pujol de hacer catalanismo en castellano, cuando ya salían revistas en catalán, no tuvo gran éxito, pese al gran aporte de su grupo.
DESTINO había estado ganando dinero, desde que salió en Barcelona por primera vez hasta que se vendió a Pujol.
En enero de 1975, la plantilla fija de DESTINO estaba integrada por Luján, Vergés, Montsalvatge, Carlos Pérez de Rozas, dos compaginadores y una empleada de archivo.
En ese mismo año, surgen graves conflictos entre los periodistas que hacían la revista y sus nuevos propietarios (matiz ligeramente izquierdista de los primeros, que choca con el nacionalismo catalán conservador de los segundos). A ello se añade mutua desconfianza y escaso entendimiento entre ambos grupos.
Así, en abril, la empresa despidió a Carlos Pérez de Rozas, lo que motivó que, por solidaridad, se fuese también Montsalvatge (Luján ya había dimitido antes.) Manuel Jiménez de Parga, que era colaborador y el abogado laboralista de DESTINO, tras renunciar de su cargo en la empresa, se convirtió en el defensor de Pérez de Rozas.
El despacho que dejaba Luján fue ocupado por Baltasar Porcel, quien se convirtió en el hombre clave de DESTINO, a pesar de que nunca fue de signado oficialmente director. Pese a la categoría intelectual de Porcel y a sus esfuerzos, ña revista decayó verticalmente en prestigio y ventas. En 1977 se nombró director a Josep Pernau, quien se mantuvo durante un año. Pero en 1978, Pujol y sus asociados decidieron desprenderse de una empresa que les estaba dando escasos beneficios tanto económicos como políticos. DESTINO se vendió a El Noticiero Universal (Editorial Mencheta).
El 1° de abril de 1978 apareció DESTINO (N. º 2.112) bajo la dirección de Jordi Doménech. A pesar de la notoria competencia profesional de este periodista, y aunque trató de imprimir a la revista un mayor dinamismo, DESTINO languideció y su último número (el 2.230) se fechó en la semana del 2 al 8 de julio de 1980: 48 páginas, color, precio: 75 ptas.
Como dice Sergio Vilar en el libro con cuya cita hemos empezado esta Historia de DESTINO: «Paradójicamente, todas las publicaciones, menos dos, que defendieron y adoptaron las posiciones democráticas bajo la dictadura, al llegar la democracia tuvieron graves problemas financieros que las obligaron a desaparecer»[22].
DESTINO fue, hasta hoy, una de éstas.
J. L. VILA-SAN-JUAN
Destino. Tercera etapa. Nª 1. 29 de marzo 3 de abril de 1985, pp. 85-94.


[1] Pág. 420 (Ed. Plaza & Janés. Barcelona, 1984).
[2] Barcelonés de gran cultura que, más tarde, llegarla a ser director del Museo del Prado.
[3] Fontana, José M. ª: Los catalanes en la guerra de España, pág. 304 (Edit. Samarán, Madrid, 1951).
[4] José Ribas Seba era el jefe de la Territorial de FN de las JONS de Cataluña. Más tarde fue Teniente de Alcalde de Barcelona.
[5] Mariano Calviño de Sabucedo y Gras, hombre habilísimo en el savoir faire (como le define Ignacio Agustí) llegó a ser Consejero Nacional del Movimiento y Procurador en Cortes por designación directa del Jefe del Estado, varios cargos más (falangistas) y presidente y consejero de innumerables-empresas comerciales y bancarias.
[6] Sic el interrogante. Era la Imprenta Católica.
[7] L'lnstant era un diario de la noche, de Barcelona, muy unido a Radio Associació de Catalunya. Ignacio Agustí lo dirigió desde el 1. ° de enero de 1935 hasta julio del 36.
[8] Fontana, J. Mª: Óp. cit. págs. 304-305.
[9] Agustí, Ignacio: Ganas de hablar, pág. 325 (Edit. Planeta. Barcelona, 1974).
[10] Agustí, Ignacio: Óp. cit. págs. 41 y 42.
[11] Ídem, pág. 42.
[12] Fontana, J. M. ª: Óp. cit. pág. 319.
[13] Actualmente, otra vez, Diagonal.
[14] Lo del «Año triunfal» era retórica del momento; pero respecto al día está equivocado: el primer número de Burgos apareció el 6 de marzo de 1937, sábado, igual que lo es ese 24 de junio de 1939 en que renace en Barcelona.
[15] Amarillento; el pan era de maíz.
[16] Agustí, Ignacio: Óp. cit. pág. 44.
[17] «Aunque hay que reconocer que ése (refiriéndose el rey Juan Carlos I) no lo hace mal», me dijo.
[18] En La Historia del Franquismo, pág. 31 (Diario-16. Madrid, fascículos colección aún no terminada).
[19] Salas Larrazábal, Ramón: Pérdidas de la guerra, pág. 428 (Ed. Planeta. Barcelona, 1977).
[20] Vilar, Sergio: La oposición a la Dictadura, pág. 525 (Edit. Aymá. Barcelona, 1976).
[21] Agustí, I: Óp. cit. pág. 402.
[22] Vilar, Sergio: Historia del antifranquismo, pág. 445 (Plaza & Janés. Barcelona, 1984).