jueves, 23 de marzo de 2017

Documentos traspapelados: "Sanz del Rio y la fortuna del krausismo en España" por Josep Pla (Destino, 24 de marzo de 1941)


Sanz del Rio y la fortuna del krausismo en España

Por JOSÉ PLA

I
A mediados de julio de 1843, un joven profesor suplente de la Universidad de Madrid, don Julián Sanz del Río, emprendía un viaje a Alemania, llevando la misión, que el Gobierno le había conferido, "de perfeccionarse en el conocimiento de los sistemas filosóficos de aquel país". La razón de haber obtenido Sanz del Río esta que llamaríamos hoy bolsa de viaje, era su tesis doctoral, destinada a demostrar la necesidad de crear en España una cátedra de Filosofía del Derecho. En la invocación de esta necesidad, el joven profesor citaba el criterio de los grandes pensadores alemanes del ochocientos: Kant, Fichte, Schelling y Hegel. Al lado de estos nombres ya famosos, Sanz del Río citaba un nombre mucho menos conocido, pero al que daba uno beligerancia absolutamente superior: Friedrich Krause. Krause había muerto en 1832 y en la historia de la cultura alemana estaba catalogado como un modesto y oscuro discípulo de Schelling. Sanz del Río había conocido a Krause indirectamente y a través del "Curso de Derecho Natural" de Henri Ahrens. La obra del famoso profesor de Bruselas se había traducido y publicado en Madrid en 1841.
En su viaje a Alemania, Sanz del Rio se detuvo unos días en París. Tuvo una entrevista con Víctor Cousin, el filósofo de moda, que profesaba un eclecticismo de agua de rosas en concordancia perfecta con la enorme prosperidad creada en Francia por la monarquía de julio. Prosperidad, aburrimiento, revolución... "Francia se aburre", había dicho en la Cámara, sintetizando el malestar de hartura del momento, el poeta Lamartine. Esta entrevista separó definitivamente a Sanz del Río, no sólo del eclecticismo, sino de la corriente francesa en general. Nuestra experiencia recuerda haber presenciado movimientos de espíritu acrecidos al de Sanz del Río en algunos pensionados españoles en el extranjero. "Francia — hemos oído decir muchas veces — no tiene interés alguno: es el país más burgués y conservador de la tierra."
Sanz del Río llegó a Bruselas y corrió afanoso a visitar a Henri Ahrens, que profesaba entonces en la Universidad de la capital de Bélgica. Ahrens familiarizó al español con las ideas de Krause y le dio la embocadura en las nebulosidades del "krausismo". Por consejo de Ahrens, Sanz del Río, en el momento de escoger el centro cultural alemán donde cumplir su misión, eligió la Universidad de Heidelberg, donde profesaba filosofo un yerno del maestro: el barón von Leonhardi. Se ignora el género de sistema filosófico que presentaba a sus oyentes von Leonhardi, porque este señor ha dejado un recuerdo muy borroso. Pero sin duda en la casa del yerno encontró el viajero español reminiscencias del suegro. En las orillas del Neckar, Sanz del Río conoció una personalidad singularísima: Federico Amiel, el ginebrino, incierto, flotante, tímido, de una pulcra finura de espíritu. Amiel se interesaba también por el "krausismo".
La misión de Sanz del Rio era muy vasta. Familiarizarse con los sistemas filosóficos, alemanes... ¡Ahí es nada! El profesor español decidió concretar la vaguedad del encargo consagrándose exclusivamente al estudio de Krause. Durante los dieciocho meses que pasó en Heidelberg, no hizo más que estudiar a Krause. De vuelta a Madrid, Sanz del Río se dedicó con ardor de neófito a popularizar la doctrina y el nombre de Krause. De manera que en el momento que en Alemania el nombre de este filósofo, que evocaba casi exclusivamente una existencia meramente física y era ya casi desconocido, entraba en el reino de las sombras más espesas, en España nacía a una nueva vida. Comenzaba la extraordinaria e inexplicable fortuna de este filósofo en la península; lo que don José Ortega y Gasset ha llamado la "aventura krausista". Sanz del Río tradujo — mejor sería decir "adaptó" — en dos libros la doctrina del "maestro". Estos fueron el "Sistema" y el "Ideal de la Humanidad" (1860), que tuvieron gran repercusión en algunos núcleos intelectuales y políticos españoles del tiempo.
Hemos presenciado también en nuestra época fenómenos parecidos al de la llegada de Sanz del Rio a Madrid. Con nuestro difunto e inolvidable amigo Juan Creixells habíamos comentado muchas veces las singularidades de este fenómeno. Creixells conocía la materia, pues había sido pensionado en el extranjero algunas veces. El pensionado llega trayendo en sus maletas unos libros misteriosos, la última palabra de la materia, obra de un profesor desconocido en España, la verdadera lumbrera en cierne, la estrella montante del firmamento. Los libros son guardados en los cajones mejor cerrados del futuro profesor, y su difusión entre la "élite" se produce oralmente: es una difusión de oreja a oreja. Y ya comprenderá el lector que la existencia en España de un joven ciudadano que guarda en los cajones de su mesa un misterio auténtico — el misterio del profesor Kitikof o el misterio del profesor Menerschmit —  ha de implicar la entrada automática, o casi, del interfecto en el profesorado. Luego, el profesor se casa y a veces un editor publica la traducción — suele ser generalmente una adaptación — del misterio que constituyó la base de su carrera. Y no pasa nada más. La situación de espíritu en que uno se encuentra después de leer el misterio del Dr. Kitikof o el misterio del profesor Mostuchef es la misma en que puede uno encontrarse después de haber sido objeto del timo de las misas. Es la estafa cometida con el señuelo de la última novedad, y redunda siempre en detrimento — no sólo para el lector y el alumno — de lecturas y conocimientos de solidez probada que hubieran podido acometerse.
La fortuna del sistema de Krause en España fue más duradera. A pesar de la oscuridad del sistema, se produjo a su alrededor, "ab initio", un positivo entusiasmo. Esta oscuridad nadie la discute: es una oscuridad de lenguaje y de concepto. Tantas cuantas veces he preguntado por Krause y el krausismo a alemanes cultivados en materia filosófica he recibido respuestas evasivas. La mayoría de las personas consultadas me han dicho que en Alemania Krause es totalmente desconocido; algunos me han asegurado que es tan ininteligible como el sánscrito o el turco para una persona lega en estos idiomas. Y todos me han dicho la sorpresa que les produce la curiosa fortuna de tal filósofo en estas latitudes. Ante esta realidad, algunos han supuesto que Sanz del Río fue el "autor inconsciente de una enorme mixtificación". La aventura del krausismo fue realmente singularísima.
¿Qué es el krausismo? En Alemania nadie sabe dar razón de este sistema. En España, no creo que exista una exposición correcta del mismo. En España, sobre la oscuridad inicial de la doctrina se proyectó la discusión entre krausistas y antikrausistas que llegó incluso a los cafés madrileños y acabo por convertir la elucubración germánica en un puro galimatías. Sin embargo el krausismo español ha tenido la suerte de que un cura francés, doctor en letras persionado en la Casa de Velázquez de Madrid, el Reverendo Pedro Jobit, le consagrara dos importantes trabajos. Bajo el título general de "Los educadores de la España contemporánea", Jobit ha publicado dos volúmenes sobre la materia: el primero se titula "Los krausistas"; el segundo. "Cartas inéditas de D. Julián Sanz del Río". (París. De Boccard, editor.)
Destino, política de unidad, nº 199. 10 de marzo de 1941 p. 10


II
SEGUN el testimonio de Azorín, siempre tan pulcro y ponderado, con su obra sobre el krausismo el Rdo. P. Jobit ha realizado una labor admirable: ha estudiado, él, cura católico, a Krause, masón y protestante, y a los krausistas con una objetividad y una imparcialidad que ni los defensores ni los impugnadores españoles de Krause han llegado a tener en ningún momento.
Como los sistemas de Fichte, de Schelling y de Hegel, el sistema de Krause es un sistema monístico, con un principio único y fundamental sobre el que se basa todo: la existencia de Dios.
Pero este aspecto de la doctrina es el que ha tenido, en España, menos importancia. El krausismo español puso en la doctrina del "maestro" el acento en la idea de Krause según la cual la sociedad es un "organismo" y su evolución es esencialmente "orgánica". Esta es una idea típica de la filosofía alemana, que Hegel y la escuela histórica llevan a sus últimas consecuencias: a la negación del libre arbitrio. De la concepción de la sociedad como organismo en el que sus componentes — los hombres — están desprovistos de libre arbitrio, dedujo Carlos Marx la concepción materialista de la historia, piedra angular del marxismo, pivote del determinismo económico-social que llena toda su doctrina.
Schelling no llevó su sistema a afirmaciones tan radicales y trata de hacer compatible la concepción orgánica de la sociedad con la libertad humana y en definitiva con el individualismo. Hasta el punto en que es posible comprender la ampulosa jerga de Krause, parece que este filósofo siguió por esta senda. El desarrollo social es un crecimiento orgánico que está íntimamente condicionado al desarrollo individual. Esta modalidad que podríamos llamar individualista es la que sedujo a don Julián Sanz del Río y la que, según Jobit, explicó el éxito del krausismo en España, país de profundos individualistas.
De manera, pues, que tenemos que un filósofo alemán, de un país, por tanto, de constante tradición intelectual panteísta, se impone, por lo que puede contener su doctrina de respeto al individualismo, a algunas individualidades primero y luego a un gran sector de opinión de un país como España, reputado país de individualistas. La cosa es bastante curiosa y pintoresca y quizá roza ciertos aspectos locoides y desorbitados que a veces afloran en la cultura de los pueblos. Lo cierto es que don Julián Sanz del Río fue profesor de la Universidad de Madrid durante catorce años. Durante esta época formó una cierta cantidad de discípulos de primera categoría: Giner de los Ríos, Azcarate, Federico de Castro, Ruiz de Quevedo, Tapia, Sales y Ferré, Fernando de Castro, Canalejas, etc. Estos hombres, que fueron casi todos más tarde profesores, continuaron la tendencia de su maestro y difundieron el krausismo. Algunos de estos discípulos ocuparon en la política situaciones importantísimas: Pi y Margall, Salmerón y Castellar, tres presidentes de la primera República española, fueron krausistas.
Sería completamente falso suponer que el krausismo fue un fuego de virutas. A pesar de que la doctrina cuando se divulgó en España había pasado completamente de moda en Alemania; a pesar de que la ciencia y la corriente filosófica en la misma Alemania habían arrinconado al krausismo; a pesar de los singularísimos orígenes del sistema de Krause en España, lo cierto es que se formó en esta península, alrededor de estas ideas, un movimiento trabado, profundo, que, como todos los sectarismos, utilizó la ayuda mutua para proyectarse sobre la sociedad. Creo que una de las razones de su éxito estriba en la parte que Krause y Sanz del Río dan en su sistema a la pedagogía, entendida, no sólo en su aspecto educativo, sino en su aspecto moral. Más peso tiene esto a mi modo de ver, que todos estas garambainas formuladas por los krausistas oportunistas, según los cuales el krausismo expresa "una tendencia instintiva del espíritu nacional" y en este sentido tiene sus raíces en las ideas de algunos de los más ilustres filósofos españoles del siglo XVI. Esto es absurdo; en cambio, la "confesión laica", la dirección de las conciencias, aderezada con la ayuda mutua en el campo material entre sus adeptos, fueron realidades tangibles.
En el estado de letargia intelectual en que se encontraba España en el momento en que don Julián Sanz del Río comenzó su labor, el krausismo fue un estimulante, un excitante. Sus adeptos consideraron que éste era el instrumento útil para "rehacer" el alma nacional y para llevar o la práctica un vasto plan de reformas. El krausismo fue, además, en España, lo "moderno", entendiendo por ello el espíritu de la Reforma, lo protestante. El Sr. Jobit no va tan lejos, pero cree que el krausismo fue en España un premodemismo en el sentido, por decirlo así, eclesiástico de la palabra. Lo que importa en todo caso es subrayar esto: que lo que podía contener el krausismo de metafísica y de especulación filosófica pura fue rápidamente abandonado y que lo que contó del sistema fue su empirismo organizador, la dirección — repitámoslo — de las conciencias.
Sobre el krausismo entendido como pedagogía educativa y moral se fundó la célebre Institución Libre de Enseñanza, creada por uno de los más directos y apreciados discípulos de Sanz del Río: don Francisco Giner de los Ríos. La Institución se fundó en 1876. La influencia de la Institución en la vida española ha sido inmensa, y el Sr. Posada ha podido declarar que en la enseñanza oficial no se ha hecho nada, desde hace muchísimos años en España, que no haya llevado el sello y la influencia de los hombres formados o inspirados por el krausismo. El momento álgido de esto influencia coincidió con el triunfo e implantación de la segunda República española: los intelectuales de la política de la República estaban imbuidos de esta tendencia y la Constitución de 1931 se elaboró y construyó bajo esta influencia.
En los primeros años de desarrollo del krausismo la polémica fue singularmente agria El “Ideal de la Humanidad" fue condenado por la Congregación del Índice. Don Julián Sanz del Río fue desposeído de su cátedra en 1867. Después de su muerte, en 1869, la lucha continuó alrededor de sus discípulos. Don Marcelino Menéndez y Pelayo fue el campeón del antikrausismo. Don Marcelino ejercitó su terrible causticidad y su enorme fuerza dialéctica contra Krause y su apóstol español. Toda la obra inmensa de don Marcelino respira el santo horror a las nebulosidades, es un canto a nuestra vida multisecular: latina, realista, católica, clara, humana. Es un canto de optimismo.
Cuando se estudien a fondo los orígenes de la revolución española, habrá que tener en cuenta, a mi entender, estos tres elementos: el krausismo, como doctrina; la implantación de la mística del socialismo; la rebelión de las masas señalada por Ortega desde 1926. Pero esta rebelión es una simple consecuencia de las dos causas anteriores. El gigantesco drama español que hemos vivido desde 1931 es algo más que un choque entre estas dos concepciones, forasteras y recentísimas, de fascismo y bolchevismo. Hay que tener en cuenta otras corrientes, más antiguas, más profundas, más arraigadas. El krausismo es una de estas corrientes, forma una de las bases de la revolución, y Sanz del Río es uno de sus “abuelos" más indiscutibles.
Destino, política de unidad, nº 201. 24 de marzo de 1941, p.10

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