miércoles, 15 de marzo de 2017

José Corredor-Matheos entrevista a Eduardo Chillida y Antonio Saura (ABC, 27 de marzo de 1994)


Rafael Canogar, Eduardo Chillida y Antonio Saura en Venecia en 1958 (Ugo Mulas).
Eduardo Chillida y Antonio Saura toman el pulso al arte

Madrid. A.C.
« ¿Hacia dónde va el arte español?». Con esta pregunta sobre la mesa, el académico de Bellas Artes Eduardo Chillida y el pintor Antonio Saura protagonizaron esta semana un apasionante debate en la Fundación Central Hispano. El coloquio, que congregó a un público joven y numeroso, fue moderado por el historiador y crítico de arte José Corredor-Matheos. Reproducimos a continuación los momentos más destacados del debate.
-José Corredor-Matheos: ¿Cuál era la situación artística de la segunda mitad de los años cuarenta? ¿Cómo fueron aquellas primeras obras?
-Eduardo Chillida: Con los años me he dado cuenta que en 1947, recién incorporado al Círculo de Bellas Artes, y tras haber abandonado ya mis estudios de arquitectura, realicé la primera cosa importante en mi evolución artística. Mi facilidad para el dibujo, me llevó pronto a cuestionarme si aquello podía ser arte. Decidí empezar a dibujar con mi mano izquierda en un intento de frenar la rapidez de la mano, para que mi cabeza y mi sensibilidad fueran siempre por delante. Tras ese descubrimiento abandoné el Círculo, y al cabo de un año me fui a París.
Los orígenes de El Paso
-Antonio Saura: No podemos olvidar la atmósfera gris y mortecina de la postguerra y del aislamiento de España. No había más remedio para compensar ese apetito de modernidad que huir a París. En 1956 regresé a España y junto a un nutrido grupo de artistas fundé el grupo El Paso, buscando aquellos artistas que practicaban una renovación. Muchos de ellos se hicieron durante la actividad del grupo. Por mi parte, sigo en esa investigación sobre la trasmutación de las formas y de la realidad.
-Corredor-Matheos: ¿A qué podemos llamar nuevo arte español?
-Saura: Primero debemos preguntarnos qué es lo que entendemos por nuevo arte español, ya que ha habido diversos y sucesivos artes. No nos referimos a una historia hecha en el extranjero (Picasso, Juan Gris, Joan Miró, o incluso Dalí), sino al arte surgido de la postguerra ante la sorpresa de muchos, y no solamente de nuestro país. Sólo podemos reivindicar en parte el arte realizado por españoles en el extranjero porque ni se realizó en España ni tampoco se les ayudó a desarrollarse. El fermento cultural donde se cultivó el arte de Picasso, Gris... no nos pertenece. Tampoco en España pudimos disfrutar de él. Se hizo de tal forma que hoy día pertenece al patrimonio universal del arte. Esto no implica que en estos artistas persistiera un acento específico, definido como español.
Picasso, prohibido
-Chillida: No estoy totalmente de acuerdo en que no podamos reivindicar a estos artistas. Seguramente, no habrían podido dar y alcanzar toda la resonancia internacional que tuvieron, sino hubieran vivido tanto dentro como fuera.
-Saura: Pero si Picasso se hubiera quedado en España habría seguido jugando al dominó en el casino de Málaga toda su vida.
-Corredor-Matheos: El nombre de Picasso estuvo prohibido en la Academia en los años cuarenta. ¿Qué ha cambiado en el contexto artístico actual respecto al de aquella época? ¿Cómo veis el panorama actual?
-Saura: No tienen nada que ver. Hace cuarenta años no había ni un solo coleccionista, existían tan solo tres o cuatro galerías. Tampoco podíamos contar ni con los libros de arte ni con los catálogos maravillosos de que disponemos ahora. Existía un desierto cultural monstruoso. Para referirse a aquella época tenemos que situarnos primero en aquel contexto, en el cual no existían ni la apertura ni los medios de comunicación de hoy en día. Y sin embargo, ahora no existe una información adecuada sobre el arte español de los últimos 30 años. No se ha reivindicado suficientemente la obra de un grupo como El Paso, comparable, e incluso superable a veces, a la que se estaba realizando en aquella época en la Escuela de Nueva York o del Pacífico.
-Chillida: La gente no se puede dar cuenta de las grandes diferencias. Recuerdo el miedo y lo arriesgado que fue en 1948 cruzar la frontera por Hendaya. Sin luces. Todo era oscuridad. Todo estaba cerrado.
-Corredor-Matheos. ¿Cuál es la relación existente entre el artista y la comunidad a la que pertenece? A pesar del exceso de información, ¿se puede seguir apreciando las propias raíces?
Referencia actual
-Chillida: Es innegable que cada persona pertenece, viene de un sitio, pero eso no nos puede hacer olvidar que todos somos hombres, por lo tanto hermanos.
-Saura: Picasso dijo algo genial: «Sé siempre de tu país». Siempre existen acentos. No debemos anteponer lo aragonés a lo universal, o viceversa. Ahí está el peligro. La originalidad está en volver al origen, creo que dijo Gaudí. El artista debe ser cosmopolita y abierto, pero al mismo tiempo, tiene que profundizar en su propia cultura y raíces.
-Corredor-Matheos: ¿Antes y después de El Paso? ¿Cuál es la referencia actual del arte?
-Saura: La situación de España es muy compleja. Tanto Italia como Alemania están volviendo al simbolismo, a lo figurativo ya que éstas fueron las corrientes truncadas por el fascismo. Los de mi generación crecimos sin catar toda la obra que se estaba produciendo fuera. Sólo quedaban Sotomayor, Romero de Torres. Mi generación tuvo que salir fuera y buscar a Picasso, Gris, Dalí, Miró. Para los pintores jóvenes actuales nosotros nos encontramos demasiado cerca para que se produzca ese cambio generacional necesario. Los artistas de ahora no buscan a nadie. Tal vez a Gordillo o a Antonio López, aunque a mí éste no me guste.
Saltos monstruosos
-Corredor-Matheos: Antonio, ¿te consideras un artista expresionista?
-Saura: No. Ésta es una palabra peligrosa. Expresionista es hacer autobiografía, y yo no la hago. Puedo pintar de una forma aparentemente expresionista en situaciones muy distintas desde un punto de vista anímico, coyuntural. Hago un arte como Mondrian, pero de forma muy distinta. ¿Surrealista? Tan solo lo fui los dos primeros años en París hasta que descubrí que ese movimiento ya no era revolucionario. Cuando me preguntan con qué arte del siglo XX me identifico, cuál me satisface más, siempre declaro que con el arte solidario de Eduardo Chillida y Antonio Tápies.
Ambos muestran que el arte español ha sido desigual en la historia. Mediocre, pero enmarcado en la excepcionalidad de un individuo que compensa su debilidad intelectual y su provincial aislamiento. Esa visión se puede aplicar al presente. El arte español se manifiesta con saltos históricos monstruosos, con el triunfo de lo excepcional, aislado en el tiempo, por encima de la continuidad de un arte como el francés o el italiano, o incluso el alemán. Esto es algo que marca continuamente el arte español del pasado y del presente. España rara vez ha inventado conceptos, salvo Picasso o el Greco, por ejemplo. Pero lo fantástico de nuestro arte es que ha superado los modelos foráneos, de tal forma que ha conseguido formar conceptos novedosos, soluciones estéticas diferentes. Podría hacer una larga lista de ejemplos: el exilio voluntario frente a la indiferencia del ambiente cultural, las fallas que colaboran a perpetuar la excepcionalidad, el Museo Reina Sofía que vive de la necrofilia pura; el espejismo, por ejemplo de ARCO, que es un quiero y no puedo, en donde la calidad de cada edición se mide por el número de galerías venidas desde Basilea. A pesar del gran avance sociopolítico, vivimos en una gran incultura causada por indigestión. Vivimos en una inquisición cultural. Tenemos que reconocer humildemente que todavía nos queda mucho por hacer para normalizarnos. No podemos caer ni en el aldeanismo ni el «chauvinismo» autonómico. Vivimos un momento cultural muy bajo.
Cambio generacional
-Corredor-Matheos: El pintor y crítico de arte Ramón Gaya afirmó hablando sobre Velázquez: «Al artista en España no le queda más remedio que intentar ser genial». ¿Asistimos a una pérdida de la tradición?
-Chillida: Necesitamos recuperar la tradición. Recientemente, descubrí en un museo cercano a Colonia (Alemania), un museo en el cual aparecen expuestas juntas obras de distintas épocas y culturas, pero todas de una gran calidad. Llegué a una reflexión: el arte si es bueno, todo él es contemporáneo. ¡Qué importa si es un jarrón chino del siglo VI a.C., si a mí me hace vibrar igual que un artista de hoy! Por qué no va a ser contemporáneo si el pasado y el futuro lo son puesto que se tocan en el presente.
-Corredor-Matheos: ¿Podemos seguir hablando de la dicotomía entre el arte abstracto y el figurativo?
-Chillida: Tengo la impresión de que esto que hemos llamado arte no figurativo no es nuevo. Los pliegues de Durero o de Matthias Grünewald, se consideran un arte figurativo, pero dan la impresión de que han tratado de comunicar con algo que ocurre en el mundo exterior, con el agua en movimiento. Son abstracciones absolutas. Contemplando un cuadro, que a mí me parece fundamental, «El descendimiento»» de Van der Weyden en El Prado, me pregunté fascinado qué debían de esconder sus pliegues (el 60 por ciento del cuadro). Leyendo a Huxley, «Las puertas de la percepción», un libro sobre la experimentación con alucinógenos, lo descubrí. La percepción del artista, más desarrollada por su naturaleza, le permite tal vez enviarnos códigos secretos a través de los pliegues o través de otras cosas todavía no estudiadas y que tienen que ver con lo que hoy llamamos el arte no figurativo. Esos pliegues son el ritmo, el tiempo, la música. Es un cuadro fundamental.
-Saura: Los pliegues de estos grandes artistas son concesiones que se permitieron y en realidad formaron sus cuadros. Sobre las obras de Van der Weyden, un pintor diría que son una mutación del espacio a través de los ritmos que dan los pliegues. La polémica entre la abstracción y la figuración en el arte español actual es absurda. Por ejemplo, la última exposición de Goya en El Prado ha sido sobrecogedora. Nos ha mostrado una faceta desconocida e íntima de pintor: su obra oculta a miradas ajenas, sus cuadros de gabinete. La serie de la colección del Marqués de la Romana son de una modernidad verdaderamente aplastante, constituyen una huida de la concepción clásica, representan una enfatización del espacio, proyectado todo ello en un manifiesto «espacial», anticipo del romanticismo más radical.
-Corredor-Matheos: Continuemos hablando del simbolismo, de la pérdida de la espiritualidad, de la diferencia entre el arte y la ciencia.
-Chillida: En una de las numerosas preguntas que me hice en mi discurso de ingreso a la Academia, indagaba en la diferencia entre ciencia y arte. Y decía algo así: «Goya no tuvo que demostrar ni demostró que Velázquez estaba equivocado».
-Saura: El arte no progresa, se metamorfosea, mientras que la ciencia progresa y olvida.
Artista espiritual
-Chillida: Yo me considero un artista espiritual. Mis crucifixiones no están siempre relacionadas con un tema religioso, aunque me considero católico. Siempre he buscado lo humano y lo sublime. En mi vida me han ocurrido cosas sorprendentes. Por ejemplo, en mi «Elogio del horizonte», recorrí con Pili, mi mujer, en coche todo el litoral europeo buscando un lugar perfecto para ponerme en relación con el universo. Encontré por casualidad ese lugar. Un arquitecto de Gijón me vino a ver y me descubrió el Cerro de Santa Catalina. Yo no lo conocía y sin embargo sus medidas eran las de mi obra. Coincidencia terrible. En mi «Elogio» se escucha mejor el mar dentro de la escultura debido a una resonancia que yo no había buscado. Solo descubrí la forma para llevar a la práctica una teoría que yo tenía: la cabeza del hombre ha ido deformándose, haciéndose elíptica, porque los ojos tienen cada vez más fuerza que los oídos. Incluso en mi obra, lo cualitativo no exige las precisiones de la alta matemática.
-Saura: Los surrealistas lo llamaban el azar objetivo. En cuanto al simbolismo, yo siempre he creído que los artistas cultos son realmente mejores que los artistas incultos. Observo, no obstante, en el arte actual una tendencia a lo esencial, a lo fundamental, a lo trascendental. Además, en el arte español noto una agudeza expresiva que no excluye la elegancia, una presencia de la realidad trasgredida.
ABC, 27 de marzo de 1994, pp. 62-63.

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