sábado, 8 de marzo de 2008

"El penitente"

Me llama mucho la atención, la gran cantidad de libros de Isaac Barshevis Singer que se están publicando últimamente en España. Un amigo de Kafka, El mago de Lublin, Sombras sobre el Hudson, El esclavo, La casa de Jampol, Amor y exilio... se están editando con exito en formatos grandes y pequeños, en tapa dura y como libro de bolsillo. Sin embargo, hoy me gustaría tratar sobre uno de los libros más desconocidos del autor judío en España -y para mi gusto, uno de los mejores- editado por Plaza & Janes hace la friolera de veintitrés años: El penitente. Me interesa este libro porque retrata -muy bien- lo que puede ser la reacción, bastante lógica, de una persona con una gran conciencia ética en una época como la actual, y su búsqueda de un fundamento moral, de una seguridad, de un orden. No creo que haya que ser un moralista empedernido para observar lo difícil que puede ser la supervivencia en un mundo tan decadente y desesperado como el nuestro; pero también -y esa es una de las tesis del libro- la tentación que, desde planteamientos morales como los del protagonista del libro, existe de caer en brazos de instituciones, grupos de cariz totalitario, capaces de ofrecer esa seguridad, ese orden. En un Estado totalitario, por ejemplo, no rondan asesinos, en tanto en cuanto, todas las armas pertenecen al Estado.

Para abrir boca, y como muestra de la temática del libro, aqui os presento dos pequeños fragmentos:

"Cogí mis dos maletines y salí. Baje las escaleras y pronto me encontré de nuevo en el frío de la calle. Sabía que, no sólo estaba abandonando mi casa, sino también empezando una nueva vida. No podía quedarme en la calle. El frío era glacial y además hacía viento. Paré a un taxi y dije al conductor que me llevara al primer hotel que me vino a la mente. Firmé en el registro con el nombre que se me ocurrió. Había perdido a mi mujer, a mi amante y también mi negocio, porque ya no deseaba seguir en Nueva York y ni siquiera en America. Sin embargo, no tenía sensación alguna de pérdida. Me acosté y dormí el sueño más tranquilo que había tenido en años. Cuando abrí los ojos ya brillaba el sol. Decidí negociar cuanto poseía en dinero contante y sonante, lo más rápidamente posible y lo que no pudiera liquidar me limitaría a abandonarlo. No podía decir que me sentía como si hubiera vuelto a nacer; era, más bien, la sensación de alguien que acababa de morir y cuya alma se había introducido en otro cuerpo."
.....

"Ése era mi talante aquella mañana cuando bajé al restaurante para desayunar. Compré un periodico, encontré en él todo aquello de lo que quería escapar: las guerras, la glorificación de las revoluciones, asesinatos, violaciones, protestas cínicas de los políticos, articulos editoriales embusteros, la exaltación de libros estúpidos, obras de teatro y filmes pornográficos. El periódico rendía pleitesía a todo tipo de idolatría y se mofaba de la verdad. De acuerdo con la opinión de los editoriales, si los votantes se decidieran por el presidente que ellos patrocinaban, que aplicaría ésta o aquella reforma, todo se arreglaría en el mundo. Incluso en la página dedicada a las esquelas, todo parecía en cierto modo optimista. Contenía una relación de todos los logros de quienes habían muerto y exhibían sus fotografías. Había muerto un productor teatral y aparecía una lista de todas las obras de teatro baladíes que había producido, todas las incidencias que había puesto en escena. Se enaltecía el hecho de que hubiera fallecido relativamente joven. Y se subrayaba el que hubiera acumulado una inmensa fortuna que había legado a su cuarta o quinta mujer.

Ese mismo día habían detenido a un asesino, alguien inculpado del mismo delito varias veces con anterioridad, pero que en cada ocasión fuera puesto en libertad bajo fianza o bajo palabra. Aparecía su fotografía junto con el nombre de su abogado, cuya tarea consistía en enseñar a aquel asesino la forma de eludir su justa condena para que pudiera seguir asesinando a gente inocente.

Sí era mucho de lo que había que escapar y rechazar. Pero escapar, ¿adónde?..."

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